Susan Rosenblatt nació en Nueva York en 1933. Su padre, que para la niña siempre estaba de viaje, falleció mientras hacía negocios en China. Su madre volvió a contraer matrimonio y Susan adoptó el apellido del padrastro: Sontag. Criada primero en Arizona se trasladó a Los Angeles, donde comenzó sus estudios secundarios. Luego asistió a universidades como las de Berkeley, París o Harvard. Pero desde muy pequeña y aún antes de sus estudios regulares, sintió una verdadera devoción por los libros, una de sus pasiones dominantes. Las otras serían la verdad, la libertad, la propia y la ajena, y la firme defensa de sus convicciones, sin calcular beneficios ni ceñirse a lo políticamente correcto. Escribió novelas, relatos, piezas de teatro. Fue directora de cine. Se hizo célebre por sus agudos estudios de crítica literaria y por sus ensayos sobre la realidad político social del mundo contemporáneo. Esta especialista en hacerse "la vida difícil", tal como señala Paola Piacenza, no ahorró críticas a su país, ni dejó que su calidad de invitada la inhibiera para expresar su descontento aún ante quienes la premiaban. Fue observadora invitada en Vietnam y directora teatral en una Kosovo sin luz ni agua y arrasada por las bombas. Defendió el aborto, como una opción individual, ligada a los demás derechos de la mujer, así como abogó por los principios de una verdadera democracia. Luchó contra su propio cáncer y escribió sobre las esquivas formas con que la sociedad trata las enfermedades. Amó a hombres y mujeres. Fue admirada por su valentía y criticada por su llaneza. A pocos años de su muerte, este trabajo de Piacenza es tan merecido como necesario.