El 18 de agosto de 1989, Colombia abrió una de sus heridas más profundas y aunque abunda material investigativo sobre el asesinato de Luis Carlos Galán, dos preguntas siguen abiertas: ¿quién lo mató? Y, más importante, ¿qué pensaba el presidenciable en sus últimos días? Enrique Patiño ha trabajado con las herramientas de la ficción para adentrarse en el pecho agitado de Galán, en su inseguridad y en su creciente sensación de soledad. Hay aquí un hombre que adivina la amargura de no poder concretar su ambición de cambiar la política colombiana.