A través de la historia, las mujeres han sido relegadas a un segundo plano e invisibilizadas. El Estado y la sociedad las han visto únicamente como reproductoras y proveedoras sexuales, responsables de los oficios del hogar y la crianza de los hijos, pese al papel que han desempeñando, en distintos roles, a la par con los hombres. Han sobresalido en diversos campos (científico, cultural y político) y ocupado altos cargos, tanto en organizaciones públicas como privadas. También, han participado activamente en los sectores económicos (primario, secundario y terciario), como empleadas en niveles inferiores o mediante sus emprendimientos empresariales, con lo cual han contribuido a la generación de riqueza y bienestar a la sociedad. Los aportes de las mujeres al desarrollo de los países son significativos: en el ámbito internacional, han fundado y son propietarias, sobre todo, de empresas micro, pequeñas y medianas, aunque también de grandes, como lo demuestran diferentes investigaciones y publicaciones, aun cuando falta documentar más sobre su papel de empresarias, en términos generales, y realizar muchos estudios de caso (Berdugo y Gámez, 2015, pp. 13-14). Si bien, la academia ha iniciado investigaciones sobre las mujeres empresarias en el mundo y en Colombia, estas no abundan (Berdugo y Gámez, 2015, p. 14). Entre los trabajos realizados en el país sobre sus trayectorias, características, actuaciones, responsabilidad social, dificultades y apoyos para crear empresa, y sectores preferidos en que se ubican, se puede mencionar: el libro de Ortiz, Duque y Camargo (2012), Las mujeres empresarias en Colombia; el de Ortiz, Morales, León y Herrera (2013), Historias de empresarias innovadoras; el de Berdugo y Gámez (compiladores, 2015), Mujeres empresarias en Iberoamérica. Casos: España, México y Colombia.