Llegó desde su Nueva York natal a la Argentina, pensando en quedarse apenas dos años y sin sospechar que viviría aquí un cuarto de siglo. "Llegamos a Argentina sin saber nada de español, llegamos cuatro años después del golpe que expulsó a Perón en 1955. Era un país triste y en pugna, era un país conflictivo". Para el rabino la defensa de los derechos humanos no era otra cosa que la evolución lógica de su interpretación de las fuentes clásicas de la religión judía.