La publicación del material copioso y extraordinario de los escritos juveniles de Frankl, demuestra fundamentalmente tres cosas: 1) el denodado servicio que Frankl prestaba, en los Centros de Asesoramiento, a los jóvenes que atravesaban situaciones difíciles; 2) la elaboración de un sistema de pensamiento que, fundado en sólidas bases filosóficas, demostró su valiosa confirmación en la penosa experiencia de los campos de concentración nazis; 3) el desarrollo, mediante la práctica de la medicina, de una metodología terapéutica, cuya estructuración se enriqueció en la posguerra con numerosas historias de pacientes. Por lo tanto, la logoterapia, que hizo famoso a Frankl en todo el mundo, no surgió, como a veces se sostuvo erróneamente, de la trágica experiencia vivida en los campos de concentración nazis. Sus prolegómenos nos permiten apreciar la sensibilidad del joven estudiante que, atento al pedido de socorro de tantos coetáneos suyos, supo encarar el problema y poner en marcha iniciativas originales y de vanguardia. Pero, sobre todo, evidencian su agudeza de filósofo y de psicólogo, que pudo elaborar una visión del hombre que hasta hoy demuestra que es una fuente inagotable de optimismo y de esperanza.