Sobre el capítulo final de 'El viaje del Beagle'; Darwin anotaba: 'Al evocar imágenes del pasado; frecuentemente cruzan ante mis ojos las planicies de la Patagonia; ¿por qué esas áridas extensiones se han aferrado a mi memoria con tanta firmeza? No logro analizar esos sentimientos; pero se deben en alguna medida al campo libre que le da a la imaginación.' Hay; en los tres relatos que componen La Senda de Mandelbrot; una constante sensación de intemperie; de infinita estepa; de algo antiguo y quieto; aunque no muerto. El paisaje Patagónico (siempre presente) es ahora cruzado por sucesos de índole cuántico; personajes con profundas búsquedas metafísicas y momentos que podríamos catalogar como terror folk. Antiguas religiones paganas; eventos cósmicos y entramados espacio-temporales se dan cita; aunque siempre bajo el vasto manto de una austera lejanía. Un extraño y buen regreso de la literatura naturalista.