En una calle transitada, un anciano pide limosna acompañado de este cartel: «Soy ciego. Ayuda, por favor». Una mujer que pasa por allí lo ve, le deja unas monedas y se le ocurre cambiar el texto. Las contribuciones, entonces, se empiezan a incrementar. Días después, el invidente reconoce a la mujer por sus zapatos y le pregunta qué es lo que ha puesto. Con una sonrisa, ella dice: «Escribí lo mismo, solo que con otras palabras: Hoy es un día hermoso, y no lo puedo ver». Como en este caso — un corto creado por la agencia de publicidad Purplefeather—, un mensaje, al alejarse de otro tópico y lo convencional, no solo afirma, sino que incrementa sus posibilidades comunicativas. ¿Cómo lograr esto? Apelando a la dimensión afectiva y a las emociones de nuestros lectores; jugando con el orden y la sonoridad de las palabras; dándoles a estas ritmo, potencia, color, exactitud; haciendo que nuestro lenguaje sea, en fin, distinto y esté verdaderamente al servicio de lo que queremos decir.
"No me gusto el libro"