La Historia está en constante proceso de definición, de búsqueda de identidad. Siendo la ciencia del cambio, debe soportar ella también los cambios que cada generación introduce en su forma de interpretar los hechos pasados desde su presente. Y, llevando los profesores de Enseñanzas Medias, varios lustros y aún décadas, alejados de la Universidad, conviene redefinir el concepto de Historia, tenerlo fime y diáfanamente esclarecido para que, con los cambios y mudanzas, no nos reduzcan a voceros del evento, a animadores socioculturales del barrio, a intelectuales decorativos de las asociaciones de vecinos; en suma, a cultivadores de la trivialidad disfrazada de historia. Es nuestra obligación descender a nuestras raíces de historiadores en el presente, saber discernir lo esencial de nuestra disciplina, reconocer el disfraz y el ropaje fingido, diferenciar lo verdadero de lo sucedáneo; en suma, reconocer la nueva foma de hacer historia en nuestros días.