Es un verdadero placer hallar una novela como Juan Tres Dedos, porque en sus páginas el tótem paterno se vale por sí mismo, obedece a su propia mitología, tanto por la historia misma y su trama, como por el cuidado tratamiento de la prosa que ha hecho Segismundo esfuerzo, aparentemente sencilla, aunque con una tensión que va in crescendo, y que la hace adquirir ese carácter propio que trasciende las palabras y la coloca medio a medio en el lugar de donde ha salido: la vida real. Porque el protagonista de esta notable historia, dicho sea de una vez, es el propio padre del autor, lo que viaje hacia los propios orígenes.