El tono confesional, el narrador en primera persona, el testimonio veraz y descarnado hacen de estos relatos artefactos certeros que muestran la violencia a la vez que la denuncian; que exhiben la sexualidad LGTBI en toda su plenitud para humanizar eso que es visto como vergonzante o soterrado por ciertos tabúes de una sociedad muchas veces hipócrita.