Nunca estuvo la mujer ms sola respecto al amor y respecto a la maternidad. Se asusta y sucumbe con demasiada frecuencia a la exigencia de incondicionalidad, a la que toma como la prueba de amor; “trampa mortal”, la llama Piedad Ruiz. Cada vez que una mujer se ve envuelta en ese malentendido fatal de tomar la exigencia de incondicionalidad del hombre como prueba nica, definitiva y cierta del amor, se encamina hacia esa trampa mortal. Se equivoca quien crea que esto slo se da entre mujeres marginadas o torpes. No es as. ¿Dnde termina esa exigencia? ¿Cul es su lmite? ¿Qu puede regir la precariedad del amor si la prueba de su existencia est confiada al poder y a la fuerza? La mujer maltratada ha de saberse vctima de la cultura que histricamente la ha subordinado y dominado, vctima de la violencia del hombre, pero tambin posible vctima de su propia posicin subjetiva.