En esta novela de narradores que se multiplican, se encuentran, se separan y se funden, Ben Amí Fihman logra armonizar varias de las muchas manías que lo persiguen: Caracas, los laberintos, la fascinación por la literatura rusa y por las discusiones de los intelectuales franceses de la postguerra, la pasión por algunas obras de arte y la desilusionada aceptación de diversos hechos de la historia del siglo XX, por sólo mencionar las evidentes. Esas narraciones paralelas trazan una crónica sentimental de Venezuela, en la que, a pesar de las grandes esperanzas y recursos que nos signan, Doña Bárbara arrebata para sí la belleza de Marisela, destruye las magnificencias de Lorenzo y se impone sobre las claridades de Santos Luzardo. Entre desdoblamientos y reverberaciones de personajes soñados que se llaman como gente real y que jamás dejan de hablar en caraqueño, se urde la explicación de una, dos, tres vidas segadas por propia voluntad, cada una asediada por la pérdida: la del amor en un caso, la de la cordura en el otro, y la de la razón de ser del tercero... pérdidas que, en el fondo, son todas la misma: la del luminoso reino de las ilusiones de la juventud. Andrés Cardinale