En mayo de 1973, Ernesto Volkening recibió de Nicolás Gómez Dávila un legajo con los textos inéditos que fueron publicados cuatro años después con el título Escolios a un texto implícito. “Inicio la lectura de los Escolios hoy, el día 24 de mayo de 1973 —escribió Volkening—. Y a un tiempo empiezo a tomar los apuntes con los cuales me propongo llenar este cuaderno, y tal vez otros.” A los pocos meses, a modo de homenaje y réplica, Volkening le presentó a Gómez Dávila los cinco cuadernos en que transcribió y comentó los escolios que despertaron con más fuerza su interés: “Ahora, cuando ya toca a su fin el hermoso viaje que me fue permitido hacer en su compañía, me pregunto qué pueda decirle para traducir en términos sinceros, justos y adecuados mi íntima convicción de haber leído un opus magnum”.