El nombre de Porfirio (hacia 233-302/306 d. C.) va unido de forma indisoluble al de su maestro Plotino, cuya célebre "Vida" escribió, pero fue también autor de una extensa obra propia, que lo convierte en uno de los más destacados representantes del pensamiento neoplatónico. Ya casi con setenta años, se casó con Marcela, viuda y madre de varios hijos, destinataria de la carta que publicamos. Para Porfirio la filosofía tiene como objeto preparar al alma mediante una purificación ascética para la contemplación del mundo inteligible. De ahí la importancia de la virtud, que Porfirio concibe como un dominio del alma sobre sí misma. La "Carta a Marcela" es una introducción a las virtudes purificatorias o catárticas, las virtudes del alma, cuyo objeto es el desapego de las cosas de este mundo, que permitirá al alma elevarse y despertar al conocimiento de la verdadera existencia.